lunes, junio 11, 2007

Principios éticos en decadencia Parte II - Comercio del hombre por el hombre – Intermediación de los sistemas (Amós 1:6-8)

En el caso anterior se vio que una nación se enseñoreaba sobre otra. En este caso, vemos que una nación coadyuva a que el sistema esclavista funcione.
En este caso Amós declara que Gaza llevó un pueblo cautivo para entregarlo a otro pueblo.
Nuevamente estamos frente a la explotación del hombre por el hombre, mas en este caso no sólo se tiene al sujeto activo sino a un “intermediario” que permite que todo suceda de una manera más eficiente.
Para nuestro caso, esta figura se puede hallar en las diferentes “naciones” aliadas al sistema que buscan su parte en el negocio. Se trata de los que están en medio de los explotadores y explotados.
Son organismos que funcionan como tales a los diferentes sistemas que no permitan que los seres humanos puedan pensar o educarse de una manera adecuada a fin de liberarse del sistema de este mundo.
Ya sea el sistema político con sus variantes como la monarquía, la democracia, o los regímenes totalitarios como el comunismo, todos en alguna medida tratan de beneficiar a unos por encima de los otros.
Los sistemas económicos sirven a estos sistemas políticos a fin de crear distinciones sobre la base del capital y de la acumulación de riqueza. Los organismos financieros ya sean locales como mundiales están al servicio de los más poderosos con los cuales buscan que las tasas de interés sigan siendo altas y los accesos a los capitales limitados a grupos de poder.
El sistema educativo tiene su responsabilidad al respecto al formar generaciones con la mentalidad de mantener la tradición. Esto se ve con mayor nitidez en las sociedades hindúes donde el sistema de casta no permite acceder a las más bajas por un tema de karma (tradición finalmente).
El sistema religioso, ya sea católico o protestante, tienen su parte al seguir enseñando un evangelio mutilado nuevamente por la tradición, con una hermenéutica servil que no permite que los creyentes puedan levantar su voz profética como real sacerdocio y nación santa sobre un mundo literalmente en llamas.

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