Hace unas semanas tuve la gran oportunidad de conocer a un grupo de jóvenes que se congregaban para compartir las enseñanzas bíblicas de Jesús.
Encontré que más que un discurso, este grupo de jóvenes vivía la misma esencia del evangelio, es decir, gozaban de la amistad uno del otro, y de la presencia de Dios en medio de ellos con sencillez de corazón.
Aficionados a las artes, a la pintura, la música en sus diferentes géneros, al graffiti, a los tatuajes y en fin, a diversas expresiones culturales de nuestro tiempo, esta Comunidad se interesaba en que cada uno de sus miembros llegue a restablecer y desarrollar su relación con Dios.
Aquella noche, esos jóvenes me mostraban que es posible otra forma de iglesia, una en donde se reemplaza el púlpito por el abrazo; donde se deja de lado la religiosidad por la amistad; una en donde no se excluya ni discrimine a nadie (y eso que ese día me aparecí con saco y corbata); una iglesia en la que todos se sujetan mutuamente... en amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario